El equilibrista despistado.
Érase una vez un equilibrista llamado Antonio. A Antonio no le gustaba ser equilibrista y decidió ser ingeniero pero para eso tenía que comprarse un buen transporte y se compró un avión, pidió permiso al ayuntamiento para situarle en el aeropuerto y el ayuntamiento le dijo que vale pero con una condición, tenía que poner en su avión la publicidad de un detergente. Antonio se lo pensó pero su respuesta fue sí. Lo que Antonio no sabía era que ese detergente era el que fabricaba su madre y entonces se puso muy contento porque ese avión sería de la familia.
Antonio enseguida llamó a su madre para decírselo, la madre de Antonio se puso muy contenta y al final de todo Antonio fue ingeniero y cumplió su sueño.
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